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La importancia de la salud mental


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Si bien la salud física se puede comenzar a evidenciar a primera vista, existen otros factores de salud tan o más importantes que no pueden notarse a simple vista, pero hacen parte de un todo: hablamos de la salud mental y emocional.


En el mundo médico existe algo llamado cuidados primarios, que se refiere básicamente a lo primero y esencial que un doctor debe atender al revisarnos, ya sea por prioridad o relevancia, como dolor, síntomas evidentes o malestar. Normalmente dentro de esta atención primaria, solo está considerada la salud física pero afortunadamente hoy las cosas están cambiando, cada vez es más evidente lo necesario que es darle un lugar y trato preferente a la salud de nuestra mente dentro de la práctica médica.


Como contexto, en México 15 millones de personas padecen algún trastorno de salud mental, siendo los más comunes la depresión, ansiedad, el trastorno por déficit de atención, los trastornos de la conducta alimentaria y los del espectro autista, de los cuales, adultos jóvenes y en edad productiva son los más afectados. Aproximadamente 32% de la población ha presentado algún tipo de depresión en su vida, cifras que han ido en aumento desde los años noventa y son muy altas.


El estatus actual del mundo ha sido un gran detonante para complicar el estado de salud mental general de las personas. Al menos en Estados Unidos, un estudio realizado por The National Center For Health Statistics reportó que la cantidad de estadounidenses con síntomas de depresión y ansiedad ha aumentado casi 4 veces desde que empezó la pandemia en comparación a los meses anteriores (enero a junio de 2019), con síntomas como dificultad para dormir, preocupación excesiva, estrés y un aumento en la ingesta de bebidas alcohólicas o drogas.


Además, se ha reportado que las consecuencias de salud mental posterior a eventos traumáticos como desastres naturales, o en este caso, la pandemia, afecta de manera desproporcionada a grupos de riesgo como lo son las personas con menores ingresos económicos y grupos marginados de minorías étnicas.


Lo anterior no sorprende pues el miedo, la incertidumbre, el cambio de rutina, la crisis financiera, el encierro, aislamiento y la cantidad de muertes son factores suficientes y poderosos para provocar desequilibrios anímicos y mentales.


Tomar acción ante el incremento de estos padecimientos puede beneficiar de muchas formas. También a nivel infraestructura puede ahorrar muchos gastos en atención médica, si algo nos enseñaron los últimos dos años es que las emociones y la mente son un detonante fundamental para muchos otros padecimientos. Prevenir el avance de una enfermedad mental puede evitar secuelas que en muchos casos son irreversibles y, más importante aún, facilitar el camino hacia el bienestar.


De ahí la importancia de que se implementen estrategias de prevención y detección. Si brindamos un acceso sencillo a las personas a un psicólogo desde el primer momento, y normalizamos los cuidados que requiere también nuestra mente y nuestras emociones y sus implicaciones en nuestra vida diaria, sin duda incrementarían los desenlaces positivos y contribuiríamos de forma contundente al mejoramiento de la calidad de vida de las personas.


Muchas veces, como en muchas casos, lo que no conocemos, lo que no hemos explorado nos da miedo, nos produce rechazo, por ello los cuidados de nuestra salud no solo es trabajo de médicos, inician en casa, en el trabajo, las personas también deben aprender a identificar y expresar los síntomas emocionales y mentales que estén experimentando. Para lograrlo, lo más importante es la comunicación, contar con espacios que permitan a las personas expresarse y tener el apoyo de los especialistas correctos, los canales adecuados y las herramientas precisas. Si prestamos atención a los síntomas y los normalizamos, abrimos una gran posibilidad de comenzar un tratamiento a tiempo y a darle el correcto manejo terapéutico, además de ayudarles a entender cómo les afecta lo que están viviendo y saber acompañarlos en el proceso de recuperación.


Solo así podremos terminar con la estigmatización y prejuicio ante estos padecimientos y establecer una red de apoyo en las comunidades donde vivimos y trabajamos. Entender que son padecimientos como cualquier otro y por lo mismo deben ser tratados y vividos con la mayor seriedad pero también naturalidad posible.


¡Trabajemos por comunidades más amables, más humanas y más felices!

 
 
 

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