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Equivócate, fracasa, pero no hagas trampa

Actualizado: 28 feb


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Todo el mundo cometemos errores, y gracias a esos errores que cometemos y que vamos a seguir cometiendo en la vida, nos vamos a desarrollar y a transformar en nuestra mejor versión. Porque los errores es algo que es necesario en la vida.

Pero a veces aunque aprendemos a perdonarnos cuando cometemos un error, no aprendemos del error mismo, y caemos en la autocompasión de perdonarnos y repetimos los mismos errores una y otra vez.


Los errores existen para aprender de ellos, porque el error es una cicatriz que le recuerda a uno el porque se la hizo. Cuando cometas un error el verdadero logro es aprender a no cometerlo de nuevo. Los errores son lecciones y de esas lecciones debemos aprender para que no se conviertan en un círculo vicioso. El mejor maestro siempre va a ser el último error que has cometido.


Por otro lado, un comportamiento sano también puede ser nocivo si siempre es el mismo, aunque sea sano. Un comportamiento es nocivo no sólo porque hagamos algo malo, es nocivo porque no nos saca de un círculo. La cuestión de lo nocivo no es solamente un acto dañino, si no un acto que no nos deja evolucionar. Por ello es que los errores se vuelven importantes, porque nuestros errores y fracasos se vuelven la mejor oportunidad para cambiar, mejorar y evolucionar. El comportamiento más sano que hay, es la capacidad de poder convertir los errores en virtudes.


Es dañino simplemente hacer las cosas bien todo el tiempo y no experimentar, porque eso puede volverse un mecanismo de defensa para no lanzarse a buscar los cambios.

Hay que errar, hay que equivocarse, hay que experimentar, hay que probar, pero nunca entrar a la lista negra.


En nuestro entorno, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en relaciones de pareja, en amistades, en el día a día, siempre vemos personas, empresas, organizaciones, gobiernos, políticos, empresarios, etc. que creemos que tienen el privilegio de que hagan lo que hagan, todo se los soportan o nadie les dice nada, mientras que a otros al mínimo error tienen los reflectores encima. Los primeros conforman la llamada lista negra, han cometido tantas veces el mismo error, que sencillamente se encuentran perdidos en ese círculo interminable, cuyo comportamiento nocivo y conocido ya es normalizado, y son de quienes ya no se tiene una expectativa, de quienes ya no se espera nada más.


Tú puedes creer que puedes engañar a un policía de tránsito, que puedes engañar a un jefe, que puedes engañar a tu pareja, que puedes engañar a un cliente, que puedes engañar a una empresa, que puedes engañar a tus seguidores, que puedes ganar con trampa, pero nunca te podrás engañar a ti mismo.


Las generaciones que vienen detrás de nosotros, aprenden el 30% de lo que escuchan, el 70% restante lo aprenden de emular lo que ven, y ahi es donde sembramos el futuro.


La integridad, la honestidad, la solidaridad no son lo que se ven en una cámara, son lo que vemos en el espejo todas las mañanas, donde nadie nos ve, donde lidiamos con lo que sabemos que realmente somos, y con nuestros propios principios. Inteligencia no es saber hacer trampa, es saber hacer lo correcto aún cuando nadie nos esté viendo, porque cuando nadie nos está viendo, es donde realmente algo está cambiando.


Equivócate, pero no entres a la lista negra.

 
 
 

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