Al mundo le falta una conversación
- Raúl Alvarado

- 15 may 2024
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 28 feb

Hay momentos y etapas en nuestras vidas que estamos abatidos por el fracaso, por dificultades personales, económicas, familiares, por un dolor profundo; estamos abatidos y bloqueados ante la vida. Sobrevivimos, pero no vivimos; nos congelamos por días, meses, años.
Y a veces, en esas circunstancias, hay un amigo o una persona que a través de una conversación real, una conversación inspiradora, una charla frente a frente, nos saca del hielo.
Hay conversaciones que cambian el curso de nuestra vida.
Hoy tenemos la tecnología en nuestro bolsillo. Tenemos el mundo al alcance de la mano, podemos conectarnos a cualquier lugar pero estamos desconectados de la persona que tenemos a un lado. Nos escondemos como un francotirador disparando emails y WhatsApp desde la distancia, utilizamos estas herramientas magníficas para ahorrarnos conversaciones que deberíamos haber tenido cara a cara, y nos hemos escondido detrás de un teclado o una pantalla, antes de afrontar esa conversación pendiente, difícil, complicada.
Estamos en un mundo roto, hay muchos países rotos, familias rotas, amistades rotas, equipos de trabajo rotos. ¿Cómo mejorar el mundo?
Si cualquiera de nosotros se ocupa de lo suyo, de esas relaciones deterioradas que tenemos a nuestro alrededor, con amigos, con familiares, con colegas; si cada uno se ocupa de lo suyo y restaura sus relaciones deterioradas, estamos empezando a cambiar el mundo.
Nuestros amigos tendrían otra cara, nuestras familias, nuestros colegas, nuestras empresas, México tendría otra cara; el mundo tendría otra cara.
A muchos de los problemas que tenemos, sólo les falta una conversación.
Pero una conversación verdadera; porque no es una conversación hablar como un charlatán sin dejar espacio a la otra persona; no es una conversación atacar, acorralar. No es una conversación suponer el punto de vista del otro, sin dejarle la posibilidad de expresarse a su manera.
Una conversación tiene mucho más que ver con el nosotros, que con el yo. No se gana ni se pierde, hay dos personas, o dos puntos de vista, o dos ideas que están más cerca de la verdad que ninguno poseemos, y a la cual nos acercamos con humildad; con la ayuda y la perspectiva del otro.
Es verdad que si nos echamos el mundo en los hombros, con todos sus problemas, con todas sus tragedias, nos va a aplastar con su peso. Pero, hay una parte del mundo que si pueden resistir nuestros hombros; lo que si nos podemos echar al hombro, es a nuestros padres, a nuestros hermanos, a nuestros amigos, a nuestros colegas, a todas las personas con las que tenemos la oportunidad de rodearnos y poder interactuar cada día.
Este mundo es contagioso, y hay dos tipos de persona: los que te echan gasolina, y los que te la quitan. Hay gente que cuando conversas con ellos, te inspiran con sus ideas, te contagian con su optimismo, te llenan el depósito de gasolina; en cambio hay otras personas, que cuando conversas con ellas, te dejan seco.
La calidad de una persona, depende de la calidad de sus conversaciones.
Mide tu vida en términos de conversaciones; que piensan los demás sobre cómo son tus conversaciones, que piensan tus familiares, tus colegas, tus amigos; de esa manera única que tienes de conversar.
Todos tenemos alguna conversación pendiente, ¿y quién no la tiene? en este mundo en el que vamos tan rápido; esas que son difíciles, porque requieren esfuerzo emocional, intelectual. Son difíciles porque uno no controla la situación, porque pueden salir aparentemente mal, y uno las retrasa. Pero esas conversaciones son como el pescado, que si se queda en la mesa, se pudre y huele cada vez peor.
Pero lo más importante: hay que saber conversar.
A veces nos lanzamos a una conversación y la improvisamos sin pensarlo, se calienta la conversación y fácilmente llegamos a pensar que nos lo pudimos haber ahorrado, porque el problema después de esa conversación es peor que antes.
En el ámbito profesional es muy común; es habitual encontrarse con individuos con una gran capacidad intelectual, una gran formación académica, pero con un analfabetismo emocional memorable. Y son las típicas conversaciones que generan rechazo. Se sienten en posesión de la verdad y van a esa conversación y lanzan argumentos como si se tratara de una piedra gigante a la cabeza de otra persona, sin dejarla participar. Y como en el boxeo, te acorralan y acaba sucediendo que la única salida que uno tiene es golpear.
Hay muchas conversaciones explosivas, y detrás de ellas, hay muchas relaciones rotas, muchas amistades rotas, familias rotas; porque no hemos tenido la humildad y la inteligencia de pedirnos perdón.
Hay que crear conversaciones inspiradoras, que llenen el depósito de gasolina de la otra persona, que no sean improvisadas, que creen ese clima que acorte distancias y donde se puedan decir cosas que al otro le puedan venir bien, o a nosotros nos puedan venir bien. A veces el fruto de estas conversaciones inspiradoras es inmediato, otras veces, tardan días, meses, años, pero siempre dan fruto en nosotros si tenemos la humildad, la inteligencia, la valentía y el coraje de atrevernos a conversar cara a cara.
La vida es mucho más interesante si somos atrevidos, y detrás de ese atrevimiento hay mucho aprendizaje.
Así que termina este post, con una propuesta atrevida: escoge una de tus conversaciones pendientes.
Tal vez es con un colega tuyo que está desmotivado, o quizá con algún jefe al que internamente desprecias, o con un amigo que sabes que anda metido en problemas, o con un hermano del que te distanciaste hace años y no sabes nada de él, o quizá, una conversación pendiente con la persona a la que amaste, y de la que ahora no esperas más que una soportable convivencia; pero que al final, esa conversación pendiente que dejaste, la lleves a cabo y la conviertas en una conversación inspiradora, para ti, para el otro, y ten la seguridad que después de tenerla, habrás contribuido a hacer este mundo, tu mundo, mejor.




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