Al final, no somos tan diferentes
- Raúl Alvarado

- 15 nov 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 28 feb

El ADN es lo que define a los humanos y es lo que nos diferencia de otras personas. El genoma humano tiene más de 40.000 genes que codifican la información para producir proteínas y otros elementos funcionales. Los genes determinan nuestra fisonomía, capacidades innatas y hasta parte de nuestro carácter.
Si existiera un libro que incluya todo el código genético de una persona en específico, tendría unas 262.000 páginas. Pero lo realmente sorprendente es que de todas ellas solo 500 páginas serían el código que nos hace únicos.
Solo el 7% del ADN humano es exclusivamente humano y no lo compartimos con otros antepasados primitivos. Los humanos y los chimpancés son sorprendentemente similares y codifican proteínas muy similares.
Todo ello porque en realidad somos el resultado de múltiples interacciones en distintos niveles, y dos de ellos especialmente relevantes: las interacciones entre los propios genes y las de estos con el ambiente en sentido amplio (desde intracelular, a las interacciones con otros seres y con el medio).
Toda la vida proviene de un mismo origen
Los seres humanos y los plátanos comparten un 60% del código genético
Los primates comparten un 96% del genoma.
El gato doméstico de Abisinia tiene un 90% de similitud con nuestro ADN.
Los ratones un 85% de similitud genética.
Y así, la lista continúa.
Una de las cosas fascinantes de los seres vivos es que todos compartimos la química del agua y la de los ácidos nucleicos (y las proteínas). Esto por un lado, es un respaldo muy sólido a que la vida, como la conocemos ahora, proviene de un tronco común de un mismo origen (lo que no quiere decir que haya aparecido una sola vez, o únicamente de esta manera) y por otro, sustenta la teoría moderna de la evolución y el parentesco más o menos cercano entre todos los seres vivos actuales (y extinguidos).
El hecho de que compartamos genes con algunos parientes lejanos como mamíferos, animales, o incluso plantas y bacterias, explica por qué las funciones esenciales del metabolismo y del funcionamiento de la vida son las mismas. Las hemos heredado de nuestros ancestros, parte de ellos comunes, en un árbol de la vida que se viene ramificando desde el comienzo de los tiempos.
Y entonces si es tan mínima la distancia, ¿Qué es lo que nos hace humanos?
Los seres humanos tendemos a ser algo egocéntricos y a pensar que somos únicos y especiales en este mundo, pero la realidad es que tan solo un 0,1% de pequeñas variaciones en la secuencia del ADN marcan las diferencias entre unos y otros.
Las variaciones en la secuencia de ADN son pequeñas y son lo que nos hace diferentes. A estos cambios se les llama variantes genéticas, y antes se les conocía como mutaciones genéticas. Sin embargo, no siempre los cambios en el ADN causan enfermedad, por lo que se considera que variante genética es un término más exacto.
Los seres humanos compartimos el 99% de nuestra genética, las diferencias son ese 0.1% que es responsable de si eres más alto o eres más bajito, si eres rubio o eres más moreno, el color de pelo, el color de ojos, si tienes piel negra o eres asiático, o eres blanco; ese 0.1% es el determinante de que nos discriminemos, de que nos matemos y de que este mundo no tenga armonía. Es ridículo.
Cuando te topas con alguien cerrado en sus maneras, en sus creencias, y que no está dispuesto a cambiar, tienes primero dos caminos convencionales: entrar en una confrontación, en un enfrentamiento cueste lo que cueste y no importa quién salga dañado y de que manera o la otra es pensar, para que vamos a desgastarnos, ignorar y darnos media vuelta. Y ambos son un error.
Todo mundo tenemos puntos en común, sólo tenemos que estar dispuestos a buscarlos.
Debemos entender que nadie somos dueños de la verdad, que la única verdad universal es la que nos revela la ciencia, que todo mundo tenemos razón en ciertas cosas y estamos equivocados en muchas otras; y lo lógico es entender que la otra persona también tiene derecho a expresarse y es ahí donde debemos buscar puntos de comunión, cuando la gente encuentra puntos en común (y está dispuesta a buscarlos) el diálogo se abre.
Ese es el reto del mundo moderno, de los negocios y naciones modernas, de las nuevas tecnologías, de un mundo hiperconectado donde nos debemos conocer y reconocer como seres humanos.
Así que no parece tan malo tener todas esas otras similitudes con el resto de personas y seres vivos. Al fin y al cabo, siempre nos queda ese 0,1% que nos hace completamente únicos; dicho de otra manera, nuestra felicidad o nuestra desdicha está en el ADN.
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